De rodillas, de espaldas y con un dolor a cuestas, miles de devotos pagaron hoy "sus penitencias", como un acto de infinita devoción por los milagros que les ha realizado el Cristo Negro, también llamado "El Nazareno", que año tras año da protagonismo al poblado panameño de Portobelo, en la provincia caribeña de Colón, donde solo llegar supone un reto sobrehumano.
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El lugar, de unos 4.500 habitantes panameños, amaneció con una incesante lluvia que no daba tregua a los caminantes que, entre la muchedumbre y los carros apilados, se abrían paso para hacer todo lo posible para llegar a los pies del santo y cumplir su promesa.
Las caras desgarradas por el dolor y la agonía contrastaban con la hermosa bahía de Portobelo, bautizada así por el propio Cristóbal Colón en 1502.
Solo el grito de ¡Viva Jesús de Nazareno, viva el Naza! daba aliento a los que una vez terminaban el trayecto a pie, se inclinaban para castigarse, ya sea arrastrándose por el asfalto, cargando pesadas cruces, o derritiéndose cera de vela sobre su cuerpo.
Una de ellos era Yaira que estuvo sentada en el suelo y se empujaba con sus pies, y solo acompañada de su hija de unos 5 años -descalza y solo cubierta con una bolsa de plástico en la cabeza-, contó a Acan-Efe que es la primera vez que hace el sacrificio por las bendiciones que ha tenido el Cristo Negro con ella.
"La salud de mi hija y la de mi familia, mi penitencia es por ellos", aseguró la mujer, mientras se quejaba del dolor y continuaba su trayecto ante la mirada de curiosos y motivadores.
Igual escenario vivió Joanna, quien a solo pasos de las puertas de la Iglesia de San Felipe se dejaba tumbar sobre el asfalto, mientras la lluvia calmaba el ardor de su espalda cubierta con cera morada, que poco a poco era arrojada por su esposo.
"Lo hago desde hace 16 años por una situación complicada, pero también por el bienestar de mis familiares", agregó la fémina, quien junto a otros creyentes les seguía el paso.
Al llegar al Santuario, el ambiente de religiosidad envuelto por el olor a incienso y sudor, daba rienda a que feligreses se acomodaran para descansar en el templo, mientras que otros hacían fila para poner una veladora que iluminará su petición. Ninguno se dejó abatir por el sacrificio extremo, como muchos dicen, para simular lo que vivió Jesús antes de su crucifixión.
Los fervorosos flagelados, una vez daban las gracias a la imagen del Cristo ataviada con una lujosa túnica morada con detalles de pendientes y dinero, daban marcha atrás, aunque los más osados se quedaron hasta la procesión que se efectúa a las 5:00 p.m.
La devoción de los feligreses es impresionante
Según las leyendas populares, esta tradición se remonta al año de 1658 cuando los habitantes pobres y esclavos pasearon por primera vez al Cristo Negro, para pedirle que los salvara de una devastadora epidemia de cólera. Las personas estaban en tan grado de debilidad, a causa de la enfermedad, que a dos pasos que daban debían retroceder otro para recuperar el equilibrio, pero que una vez terminada la procesión comenzaban a recuperarse.
La peregrinación se hizo más conocida en América Latina desde que en 1975 se vinculará a la misma el fallecido "sonero" puertorriqueño Ismael Rivera, quien llegó a componerle una melodía al Cristo Negro llamada "El Nazareno".
El párroco de la Iglesia San Felipe de Portobelo, Narciso Abrego, explicó a Acan-Efe que la institución no se opone a que los cristianos realicen esos actos simbólicos, sino a que recaigan en hipocresía, al orar a Dios y a la vez a pecar en su contra.
"El problema no es la penitencia como tal, dado que estas sirven para fortalecer la voluntad, lo incoherente es contrastar los sacrificios con nuestras vidas, y si lo que yo hago está ayudando o no", exclamó.
El eclesiástico se quejó que no todos lo que llegan a la festividad lo hacen con un "espíritu de fe", y que solo al llegar se puede diferenciar quienes son peregrinos, turistas o simples personas que buscan divertirse bajo el calor de la música y el licor de los bares adyacentes.
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Sostuvo que la expresión del "santo de los maleantes", es errónea y estereotipada, pero que, a pesar de todo, a la celebración acuden todo tipo de personas, incluso asistió el presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, quien realizó junto a miembros de su gabinete su andar a pie para ver al Nazareno.
Otro de los relatos escuchados en el sitio es que la imagen del Nazareno llegó a finales del siglo XVIII en un barco cuyo destino era Perú, pero que por el mal tiempo tuvo que desembarcar en Portobelo. La narrativa popular mantiene dos vertientes, una señala que unos pescadores encontraron al santo flotando en las aguas del Caribe y otra, que un Galeón con escudo español llegó a tierra firme debido al mal tiempo, con dos imágenes a bordo, una de un Cristo blanco y otra de un Cristo negro.
Aunque la iglesia no admite ninguna de las leyendas de cómo llegó la imagen del santo a Portobelo, sus pobladores aducen, que el Nazareno llegó para quedarse.